Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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lunes, 18 de septiembre de 2017

OPINAR SOBRE LA SOLUCIÓN DE UN PROBLEMA.


OPINAR SOBRE LA SOLUCIÓN DE UN PROBLEMA ES FÁCIL. LO DIFÍCIL ES MANTENER ESA OPINIÓN CUANDO UNO SE ENCUENTRA INVOLUCRADO EN ESE MISMO PROBLEMA:
Una cosa es predicar y otra dar trigo.
Quién no ha presenciado una discusión so-bre un tema de actualidad, en la que los interlocutores solucionan ¡todos! los problemas que afectan a la humanidad en un abrir y cerrar de ojos. ¡Resulta tan fácil opinar sobre cuestiones que otros tienen que solucionar!
Sin embargo, cuando nos vemos inmersos en el problema, y su solución pasa por ceder, por perdonar, o por ponernos en el lugar del otro, la exigencia se vuelve lentitud; la objetividad, subjetividad; la certeza, engaño, y la verdad, rumor.
Detrás de los problemas siempre hay personas. Unas que los causan, otras que los sufren y otras que pueden colaborar o mediar en su solución.
No nos tenemos que ir muy lejos para ver esta realidad, pues en no pocas familias se producen situaciones que enturbian la convivencia y dan lugar a pequeñas o grandes tragedias. Siempre nos arrastra la condición humana: el egoísmo, la soberbia, la vanidad, la cabezonería… Y siempre también la
solución pasa por una mejora personal.
Recuerdo una historia que leí y que viene como anillo al dedo:
Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su labora-torio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo de siete años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar. Viendo que era imposible que se fuera, pensó en algo que pudiese darle para que se entretuviera. Vio una revista en la que venía el mapa del mundo: ¡justo lo que precisaba! Con unas tijeras lo cortó en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: "Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie". Calculó que al pe-queño le llevaría días recomponer el mapa, pero no fue así. Pasados unos minutos, escuchó la voz del niño: "Papá, papá, ya lo he acabado". Al principio no dio crédito a las palabras del niño. Pensó que sería imposible que, a su edad, hubiera conseguido re-componer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo propio de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? Le dijo: "Hijo mío, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo has logrado recomponerlo?". "Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa vi que por detrás había un hombre dibujado. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglarlo, di la vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo".


viernes, 1 de septiembre de 2017

NO ES QUE NO LO VEAS, ES QUE NO SABE LO QUE BUSCA.



No me resisto a abordar una tema peliagudo y por el que hemos pasado todos. Me refiero a la etapa de la adolescencia, la edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo. Vuelvo a recordar que no soy experto y que hay una enorme bibliografía sobre el asunto. Sí recuerdo, no obstante, que en esta etapa se producen cambios fundamentales en nuestros hijos: en la estructura ósea, en los músculos y en el cerebro, así como un desarrollo sexual y hormonal. En un corto periodo cambian por fuera y por dentro. Y lo más complicado es que no tienen experiencia para encauzar sus nuevas potencialidades. Ante esta situación, las madres y los padres podemos intervenir, aun sabiendo que es difícil complacer a una persona que no sabe lo que quiere.
Me atrevo a sugerir una serie de ideas que quizás ayuden: 
1. Adelantarse a esta etapa, explicándoles lo que va a ocurrir en su cuerpo y en sus relaciones con el entorno. En este punto conviene que los padres hablen con los hijos y las madres con las hijas. 
2. Mucha tranquilidad y paciencia. Si los hemos educado desde pequeño para la madurez, el "sarampión" será menos virulento. 
3. Estar más disponible y receptivos a todas las necesidades que se presentaran en esta etapa. 
4. No ceder en lo importante y evitar los chantajes emocionales. 
5. Darles encargos adecuados a su edad y potencialidades. Que tengan más libertad implica una mayor responsabilidad. 
6. Respetar su intimidad. 
7. Más que dar grandes discursos, conviene aportar ideas sencillas que le hagan pensar: la conducta sólo se puede dominar con la razón. 
8. Y rezad. 
Para terminar, reproduzco unas estrofas del poema "Profecía", del Rafael de León.
¿Qué tiene el niño, Malena?
Anda como trastornao;
le encuentro cara de pena
y el colorcillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose a coger nidos.
¿No te parece a ti extraño?
¿No es una cosa muy rara
que un chaval con doce años
lleve tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo,
y estás demasiado tranquila.
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigila, mujer, vigila...
Y fueron dos centinelas los ojillos de mi madre(…).