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sábado, 17 de febrero de 2018

EL DINERO LO INVENTÓ UN POBRE, EL POBRE LO QUE INVENTÓ.


EL DINERO LO INVENTÓ UN POBRE, EL POBRE LO QUE INVENTÓ.
El corazón se apega a la materia y ponemos nuestra felicidad en tener y poseer, sin darnos cuenta de que cuantas más cosas tenemos, más exigentes nos volvemos, y más difícil nos resulta tomar decisiones.
Se cuenta de Diógenes –filosofo griego–, que vivía en un tonel y en la más absoluta austeridad, y que todo su equipaje consistía en una copa colgada del cuello por una cuerda. La llevaba por si al andar, le daba sed. Un día vio a un niño que bebía agua en el hueco de la mano. Levantó la copa y la arrojó contra una piedra, rompiéndola. Y, compadecido de sus propios errores, dijo: –¡Necio de mí, que he llevado tanto tiempo este objeto superfluo!
No se trata de imitar a Diógenes, sino de analizar detenidamente, si estoy continuamente creándome necesidades, y acumulando cosas superfluas que conllevan un gran esfuerzo e incluso un descuido de nuestras responsabilidades familiares. El refranero español, lo aclara perfectamente: "No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita".
Hay que asociar el concepto de riqueza o pobreza al desprendimiento, pues es esa actitud la que inclina en un sentido o en otro los muchos o los pocos bienes materiales que tengamos.
Me explico: «El valor del desprendimiento consiste en saber utilizar correctamente nuestros bienes y recursos evitando apegarse a ellos y, si es necesario, ponerlos al servicio de los demás» (RAE). Por lo tanto uno es rico si está apegado a lo que tiene y es pobre si no lo está.




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